1984
Enero -
Durante la grabación de un anuncio de televisión, un
accidente pirotécnico hace que Michael sufra una gran
quemadura de segundo y tercer grado en el cuero cabelludo y
es trasladado de urgencias al Centro Médico Brotman en
Culver City (California). Mientras se recuperaba, visitó a
otros pacientes y después donó al centro una cámara
hiperbárica, lo que facilitaría el tratamiento de quemados.
Además, Pepsi le dió un millón y medio de dólares como
indemnización, que donó al centro Brotman para crear el
Centro de Quemados Michael Jackson.




¿Cómo ocurrió el accidente que tuvo Michael
Jackson en el comercial de Pepsi?
Michael Jackson nos cuenta:
“Yo tenía pensado dedicar la mayor
parte de 1984 a trabajar en unas ideas para una
película, pero mis proyectos se frustraron. En enero, me
quemé en el plató de un anuncio de Pepsi que rodaba con
mis hermanos. La causa del fuego fue, pura y
simplemente, la estupidez. Rodábamos de noche y yo tenía
que bajar por una escalera mientras a mi espalda, a cada
lado, estallaban cartuchos de magnesio. Parecía muy
fácil. Yo bajaba la escalera y, detrás de mí, estallaban
los cartuchos. Hicimos varias tomas que estuvieron
perfectamente sincronizadas.
El efecto de relámpago de
los fogonazos era soberbio. Hasta después no descubrí
que los cartuchos estaban a medio metro de mi cabeza, lo
cual era una infracción de las reglas de seguridad. Yo
estaba a medio metro de una explosión de magnesio.
Luego, Bob Giraldi, el director, me dijo: -Michael,
bajas demasiado pronto. Queremos verte ahí arriba.
Cuando se enciendan las luces, queremos que se vea que
estás ahí. Por lo tanto, espera. Y yo esperé, las bombas
estallaron a cada lado de mi cabeza y las chispas me
prendieron en el pelo. Yo bajé por la rampa bailando y
dando vueltas, sin saber que estaba ardiendo. De pronto,
mis manos, en un movimiento reflejo, fueron hacia mi
cabeza, en un intento de sofocar las llamas. Caí al
suelo, tratando de sacudirme las llamas.
Después de la
explosión, Jermaine dio media vuelta y me vio en el
suelo y pensó que alguien del público había disparado,
porque
trabajábamos de cara al público. Esto le pareció. Miko
Brando, que trabaja para mí, fue el primero que llegó a
mi lado. Luego, el caos. La locura. No hay película que
pueda captar el dramatismo de lo que pasó aquella noche.
La gente chillaba. Alguien gritó: «¡Que traigan hielo!»
Había ruido de carreras alocadas, y la gente exclamaba:
«¡Oh, no!» Llegó la ambulancia y, antes de que se me
llevaran, pude ver a los directivos de Pepsi reunidos en
un rincón, aterrorizados.
Recuerdo que, cuando los
enfermeros me pusieron en la camilla, los de Pepsi, del
susto, no se atrevían ni a preguntar cómo estaba.
Mientras, a pesar del terrible dolor, yo me sentía
ausente. Contemplaba cómo se desarrollaba el drama.
Después me dijeron que eso se debía al shock, pero
recuerdo que disfruté del trayecto hasta el hospital,
porque nunca pensé que iría en ambulancia tocando la
sirena. Era una de las cosas que siempre deseé de chico.
Cuando llegábamos me dijeron que a la puerta del
hospital había fotógrafos y cámaras del telediario, de
modo que pedí mi guante.
Hay una foto mía famosa
saludando desde la camilla con el guante. Después, uno
de los médicos me dijo que era un milagro que estuviera
vivo. Un bombero había comentado que, en la mayoría de
casos, se te incendia la ropa y puedes morir o quedar
desfigurado. Ni más ni menos. Yo tenía quemaduras de
tercer grado en el cuero cabelludo que casi me llegaban
hasta el cráneo, por lo que tuve muchos problemas, pero,
a pesar de todo, hubo suerte. Ahora sabemos que el
incidente generó mucha publicidad para el anuncio. Se
vendió más Pepsi que nunca. Y después los de Pepsi me
ofrecieron el contrato publicitario más fabuloso del
mundo. Era tan fantástico que pasó al Libro Guinness de
Récords Mundiales. Pepsi y yo trabajamos juntos en otro
anuncio llamado «The Kid» y yo les di problemas al
limitar mis planos, porque me parecía que todos los
planos que pedían no iban a resultar. Después, el
anuncio fue un éxito y me dijeron que yo tenía razón.
Todavía recuerdo lo asustados que estaban los de Pepsi
la noche del fuego. Pensaban que el hecho de que yo me
hubiera quemado daría mal sabor de boca a todos los
chicos americanos que bebieran Pepsi. Sabían que yo
podía demandarles, y nada me lo impedía, pero me mostré
amable. Muy amable. Me dieron un millón y medio de
dólares que yo doné acto seguido al Centro de Quemados
Michael Jackson. Quería hacer algo porque me sentía muy
conmovido por los otros quemados que conocí en el
hospital.

|