
"Gracias, gracias queridos
amigos, desde el fondo de mi corazón, por esta bienvenida tan
amable y entusiasta, y gracias a usted, señor presidente, por
su amable invitación, la cual es un honor para mí aceptar.
También quiero agradecerte a ti en especial, Shmuley, que
serviste como Rabino aquí en Oxford durante 11 años.
Tú y yo hemos estado trabajando muy duro para formar Heal The
Kids (Sanar a los Niños), así como escribiendo nuestro libro
sobre cualidades infantiles, y en todos nuestros esfuerzos has
sido un amigo muy amable y me has apoyado mucho.
También quisiera agradecer a Toba Friedman, Directora de
Operaciones de Heal The Kids, quien regresa esta noche a su
alma mater donde fue rectora, así como a Marilyn Piels, otro
miembro central del equipo de Heal The Kids.
Me siento humilde al dar esta conferencia en un lugar donde
han estado figuras ilustres como la Madre Teresa, Albert
Einstein, Ronald Reagan, Robert Kennedy, y Malcolm X.
Incluso he oído que la Rana René estuvo una vez aquí, y
siempre me he identificado con el mensaje de René de que no es
fácil ser verde.
Estoy seguro de que estar aquí arriba no le fue más fácil a él
que a mí.
Hoy al pasear en Oxford, no pude evitar sino reconocer la
majestuosidad y grandeza de esta institución, sin mencionar la
brillantez de las mentes geniales y talentosas que han rondado
estas calles durante siglos.
Las paredes de Oxford no sólo han alojado a los más grandes
genios filosóficos y científicos también han escoltado a
algunos de los más queridos creadores de literatura infantil,
desde JRR Tolkien hasta CS Lewis.
Hoy se me permitió entrar al vestíbulo-comedor de la Iglesia
de Cristo para ver a Alicia en el País de las Maravillas de
Lewis Carrolls inmortalizada en los vitrales.
E incluso uno de mis compatriotas estadounidenses, el querido
Dr. Seuss honró estos pasillos y dejó su huella en la
imaginación de miles de niños alrededor del mundo.
Supongo que debería comenzar por enumerar mis capacidades para
hablar ante ustedes esta tarde.
Amigos, no presumo de tener la pericia académica de otros
oradores que han hablado en este recinto, así como ellos
podrían presumir muy poco de su habilidad para hacer el
moonwalk [paso de baile característico de Michael] — y como
sabrán, a Einstein en particular le salía terriblemente mal.
Pero sí puedo decirles que tengo la experiencia de haber
estado en más lugares y haber visto más culturas de las que la
mayoría de la gente verá jamás.
El conocimiento humano no consiste solamente de bibliotecas de
pergaminos y tinta — también lo comprenden volúmenes de
conocimiento que están escritos en el corazón humano,
esculpidos en el alma humana, y grabados en la psique humana.
Y amigos, he encontrado tanto en esta relativamente corta vida
mía que aún no puedo creer que sólo tengo 42 años.
Seguido le digo a Shmuley que en años del alma seguramente
tengo al menos 80 — y esta noche, incluso camino como si
tuviera 80 [Michael tenía un pie enyesado].
Así que por favor atiendan a mi mensaje, porque lo que tengo
que decirles hoy puede sanar a la humanidad y sanar nuestro
planeta.
Gracias a Dios, he sido afortunado de haber logrado muchas de
mis aspiraciones artísticas y profesionales a una época
temprana de mi vida.
Pero estos, amigos, son logros, y los logros por sí solos no
son sinónimo de quién soy.
Ciertamente, el niño alegre de 5 años que cantaba Rockin Robin
y Ben a las multitudes no era indicativo del niño detrás de la
sonrisa.
Hoy, vengo ante ustedes menos como un icono del pop, lo que
sea que eso signifique, de todos modos, y más como un icono de
una generación, una generación que ya no sabe lo que significa
ser niños.
Todos nosotros somos producto de nuestra niñez.
Pero yo soy el producto de la falta de una niñez, de la
ausencia de esa edad tan preciosa y maravillosa cuando
retozamos juguetonamente sin un pesar en el mundo, gozando de
la adoración de nuestros padres y parientes, donde nuestra
preocupación más grande es estudiar para ese examen que
tendremos el Lunes por la mañana.
Aquellos de ustedes quienes estén familiarizados con el grupo
Jackson Five saben que comencé mi carrera a la tierna edad de
5 años y que desde entonces, no he parado de bailar o cantar.
Pero, aunque bailar y hacer música siguen siendo
indudablemente dos de mis mayores alegrías, cuando era joven
lo que más quería en el mundo era ser un niñito como cualquier
otro.
Quería construir casas en árboles, tener peleas de globos con
agua, y jugar a las escondidas con mis amigos.
Pero el destino lo quiso de otro modo y todo lo que pude hacer
fue envidiar la risa y los juegos que parecían estar por todos
lados a mí alrededor.
No había descanso de mi vida profesional.
Pero los domingos yo salía a hacer proselitismo, así se llama
al trabajo misionario que hacen los Testigos de Jehová.
Y era entonces que yo podía ver la magia de la niñez de otras
personas.
Como ya era una celebridad, me tenía que poner un disfraz que
consistía de un traje obeso, peluca, barba y lentes y
pasábamos el día en los suburbios de California del Sur, yendo
de puerta en puerta o haciendo rondas en centros comerciales,
distribuyendo la Atalaya.
Me encantaba entrar a esas casas normales suburbanas y ver en
alfombras lanudas y sillones La-Z-Boy a niños jugando
Monopolio y a las abuelas cuidando a los nietos y todas esas
escenas ordinarias y maravillosas de la vida diaria.
Muchos argumentarían que esto no parece ser la gran cosa. Pero
para mí era cautivador.
Solía pensar que era único en sentir que me faltaba una niñez.
Creía que de hecho, sólo había un puñado de personas con
quienes podía compartir esos sentimientos.
Cuando conocí recientemente a Shirley Temple Black, la gran
estrella infantil de los años 30s y 40s, al principio no
dijimos nada.
Simplemente lloramos juntos, pues ella compartía un dolor
conmigo que sólo conocían personas como mis amigos cercanos
Elizabeth Taylor y McCaulay Culkin.
No les digo esto para ganarme su simpatía, sino para
señalarles mi primer punto importante a tratar — no sólo
estrellas infantiles de Hollywood han sufrido de una niñez
inexistente.
Hoy en día, es una calamidad universal, una catástrofe global.
La niñez se ha convertido en un gran accidente dentro del
estilo de vida moderno.
Por todos lados estamos creando estadísticas de niños que no
han tenido la alegría, a quienes no se les ha concedido el
derecho, a quienes no se les ha permitido la libertad, de
saber lo que se siente ser niños.
Hoy los niños son constantemente alentados a crecer más
rápido, como si este período llamado niñez fuera una carga que
debe ser soportada y llevada a su fin tan velozmente como sea
posible.
Y a ese respecto, ciertamente soy uno de los más grandes
expertos del mundo.
La nuestra es una generación que ha sido testigo de la
revocación del convenio padre-hijo.
Los psicólogos están publicando bibliotecas de libros
detallando los efectos destructivos de negar a nuestros hijos
el amor incondicional que es tan necesario para el saludable
desarrollo de sus mentes y carácter.
Y a causa de la negligencia, demasiados de nuestros niños
deben, esencialmente, criarse solos.
Cada vez se alejan más de sus padres, abuelos y otros miembros
de la familia, a la vez que el lazo indestructible que una vez
mantuvo unidas a las generaciones, se desenrolla a nuestro
alrededor.
Esta violación ha gestado una nueva generación, llamémosla
Generación E, que ha recogido la antorcha de la Generación X.
La E [en inglés O, por "outside"] es por una generación que
tiene todo en el exterior — riqueza, éxito, ropa y autos de
moda, pero un doliente vacío en el interior.
Esa cavidad en nuestro pecho, esa esterilidad en nuestro
núcleo, ese vacío en nuestro centro es el lugar que el amor
una vez ocupó y donde una vez latió el corazón.
Y no sólo son los hijos los que sufren, sino también los
padres.
Pues cuanto más cultivamos pequeños adultos en cuerpos de
niños, tanto más nos alejamos de nuestras propias cualidades
infantiles, y hay mucho en el ser niño que vale la pena
retener en la vida adulta.
El amor, damas y caballeros, es el legado más preciado de la
familia humana, es la herencia más valiosa, es patrimonio
dorado.
Y es un tesoro que se pasa de una generación a otra.
En eras pasadas tal vez no había la abundancia de que
disfrutamos hoy. Sus casas podrán no haber tenido
electricidad, y apretujaban a sus muchos hijos en hogares
pequeños sin calefacción.
Pero en esos hogares no había oscuridad, ni pasaban frío.
Refulgían con el resplandor del amor y eran acogedores gracias
al calor mismo del corazón humano.
Los padres, sin la distracción de la codicia por el lujo y el
estatus social, otorgaban a sus niños primacía en sus vidas.
Como todos ustedes saben, nuestros dos países [Estados Unidos
e Inglaterra] se separaron uno del otro por lo que Thomas
Jefferson llamó ciertos derechos inalienables.
Y aunque estadounidenses y británicos tal vez disputemos la
justicia de sus declaraciones, lo que nunca ha estado en
disputa es que los niños tienen ciertos derechos inalienables,
y el resultado de la erosión gradual de esos derechos ha sido
cantidades de niños de todo el mundo a quienes les son negadas
las alegrías y la seguridad de la niñez.
De tal manera que quisiera proponer esta noche que se
instituya en cada hogar una Declaración Universal de Derechos
de los Niños, cuyos principios son:
* El derecho a ser amado, sin tener que ganártelo
* El derecho a ser protegido, sin tener que merecerlo
* El derecho a sentirte valioso, incluso si llegaste al mundo
sin nada
* El derecho a ser escuchado, sin tener que ser interesante
* El derecho a que se te narre un cuento para dormir, sin
tener que competir con las noticias nocturnas o las
telenovelas.
* El derecho a una educación, sin tener que esquivar balas en
las escuelas
* El derecho de ser considerado adorable, incluso si tienes
una cara que sólo una madre podría amar.
Amigos, la base de todo el saber humano, el comienzo de la
conciencia humana, debe ser que todos y cada uno de nosotros
sea objeto de amor.
Antes de saber si eres pelirrojo o castaño, antes de saber si
eres negro o blanco, antes de saber de qué religión formas
parte, debes saber que eres amado.
Hace como 12 años, cuando estaba a punto de comenzar mi gira
Bad, un niñito fue con sus padres a visitarme a mi casa en
California.
Se estaba muriendo de cáncer y me dijo cuánto le gustaba mi
música y cuánto me quería a mí.
Sus padres me dijeron que estaba desahuciado, que podía morir
cualquier día, y le dije: Mira, voy a ir a tu ciudad en Kansas
para comenzar mi gira en tres meses.
Quiero que vengas al concierto. Te voy a dar esta chaqueta que
usé en uno de mis videos.
Sus ojos brillaron y dijo: ¿Me la vas a dar? Yo dije sí, pero
debes prometerme que la usarás en el concierto.
Estaba tratando de hacerlo resistir. Dije: cuando vengas al
concierto quiero verte con la chaqueta y este guante y le di
uno de mis guantes de brillantes — y no suelo regalar los
guantes de brillantes.
Y él se sentía como en el cielo. Pero tal vez estaba demasiado
cerca del cielo, porque cuando fui a su ciudad, ya había
muerto, y lo habían enterrado con el guante y la chamarra.
Sólo tenía 10 años.

Dios sabe, yo sé, que intentó resistir lo mejor que pudo. Pero
al menos cuando murió, sabía que era amado, no sólo por sus
padres, sino incluso por mí, un desconocido prácticamente, yo
también lo amé.
Y con todo ese amor, él sabe que no vino a este mundo solo, y
ciertamente no se fue solo.
Si llegas a este mundo sabiendo que eres amado y dejas el
mundo sabiendo lo mismo, entonces cualquier cosa que pase en
el intervalo entre ambos puede enfrentarse.
Un profesor podrá degradarte, pero no te sentirás degradado,
un jefe podrá aplastarte, pero no serás destrozado, un
gladiador podrá derrotarte, pero aún así triunfarás.
¿Cómo podría cualquiera de ellos prevalecer en derribarte,
cuando sabes que eres digno de amor? El resto es material de
empaque.
Pero si no tienes el recuerdo de ser amado, estás condenado a
buscar por todo el mundo algo que te llene.
Pero no importa cuánto dinero ganes o cuán famoso te vuelvas,
aún así te sentirás vacío.
Lo que en realidad estás buscando es amor incondicional,
aceptación incondicional. Y eso es precisamente lo que te fue
negado al nacer.
Amigos, permítanme darles una idea más clara de la situación.
Este es un día típico en Estados Unidos — seis jóvenes menores
de 20 años cometerán suicidio, 12 niños menores de 20 años
morirán por armas de fuego — recuerden, este es un día, no un
año.
Trescientos noventa y nueve niños serán arrestados por consumo
de drogas, 1.352 bebés nacerán de madres adolescentes.
Esto está sucediendo en uno de los países más ricos, y más
desarrollados del mundo.
Sí, en mi país hay una epidemia de violencia que no se compara
con la de ninguna otra nación industrializada. Estas son las
formas en que la gente joven en Estados Unidos expresa su
dolor y su ira.
Pero no crean que no hay la misma angustia y el mismo dolor
entre sus semejantes en el Reino Unido.
Estudios en este país muestran que cada hora, tres
adolescentes en Reino Unido se hieren a sí mismos, a menudo
cortando o quemando sus cuerpos o tomando una sobredosis.
Así es como han decidido enfrentar el dolor del rechazo y la
agonía emocional.
En Gran Bretaña, el 20% de las familias sólo se sientan juntos
a comer una vez al año. ¡Una vez al año!
¿Y qué hay de la honorable tradición de leerle a tu hijo un
cuento antes de dormir?
Estudios de los 80s muestran que a los niños a quienes se les
lee tenían mucho mejor habilidad para leer y escribir y tenían
mejor aprovechamiento que sus compañeros en la escuela.
Sin embargo, a menos del 33% de los niños Ingleses de entre 2
y 8 años se les lee un cuento.
Puede que esto no les impresione demasiado hasta que sepan que
al 75% de los padres de esos niños sí les leyeron cuentos a
esa edad.
Está claro que no necesitamos preguntarnos de dónde viene todo
este dolor, ira y comportamiento violento. Es evidente que los
niños están vociferando contra la negligencia, estremeciéndose
ante la indiferencia y gritando sólo para llamar la atención.
Las varias agencias de protección al menor en Estados Unidos
dicen que millones de niños son víctimas de maltrato en la
forma de negligencia, en un año promedio.
Sí, negligencia, en casas de ricos, hogares privilegiados,
donde tienen todos los aparatos electrónicos que hay. Hogares
donde padres llegan a casa, pero no están realmente en casa,
porque sus mentes siguen en la oficina.
¿Y sus hijos? Bueno, los niños se las arreglan lo mejor que
pueden con las moronas emocionales que les tocan. Y no se
obtiene mucho de interminables juegos de computadora y video y
programas de televisión.
Estos números fríos y duros, que estremecen mi espíritu y
tuercen mi alma, deberían explicar por qué he dedicado tanto
de mi tiempo y recursos a convertir la nueva iniciativa Heal
The Kids en un éxito colosal.
Nuestra meta es simple — recrear el lazo padre/hijo, renovar
su promesa e iluminar el camino para todos los hermosos niños
que están destinados a caminar en esta Tierra un día.
Pero ya que esta es mi primera conferencia, y ustedes me han
acogido tan cálidamente en sus corazones, siento que quiero
decirles más cosas. Todos tenemos nuestra propia historia, y
en ese sentido las estadísticas se pueden volver personales.
Dicen que ser padre es como bailar. Das un paso, y tu niño da
otro. He descubierto que lograr que los padres se dediquen de
nuevo a sus hijos es sólo la mitad de la historia.
La otra mitad es preparar a los niños para re-aceptar a sus
padres.
Cuando era muy joven recuerdo que teníamos una perrita que era
cruza de lobo y retriever, se llamaba Black Girl.
No sólo no era muy buen perro guardián que digamos, era una
cosita tan asustadiza y nerviosa que es un milagro que no se
desmayara del susto cada vez que pasaba un camión haciendo
ruido, o cuando había una tormenta con truenos en Indiana.
Mi hermana Janet y yo le dimos a esa perra mucho amor, pero
nunca llegó realmente a recuperar ese sentimiento de confianza
que le había robado su dueño anterior.
Sabíamos que solía golpearla. No sabíamos con qué. Pero sea lo
que fuere, fue suficiente para sacarle el espíritu a ese
animal.
Muchos niños hoy son cachorritos heridos que se han despojado
de la necesidad de amor.
Sus padres no podrían importarles menos. Dejados a su suerte,
abrigan su independencia.
Lo han superado y han dejado atrás a sus padres.
Luego están los peores casos de niños que albergan
resentimiento y odio contra sus padres, de tal modo que
cualquier apertura que sus padres pudieran tener para con
ellos, es enérgicamente rechazada en sus caras.
Esta noche, no quiero que ninguno de nosotros cometa este
error.
Es por eso que les pido a todos los niños del mundo —
comenzando por nosotros mismos aquí esta noche — que
perdonemos a nuestros padres, si nos sentimos rechazados.
Perdónenlos y enséñenles cómo amar de nuevo.
Probablemente no les sorprenderá escuchar que no tuve una
niñez idílica.
El estrés y la tensión que existe en mi relación con mi padre
está bien documentada.
Mi padre es un hombre severo y nos presionó mucho a mis
hermanos y mí, desde muy pequeños, para que fuéramos los
mejores artistas que pudiéramos ser.
Le costaba mucho trabajo mostrarme afecto. En realidad nunca
me dijo que me amaba.
Y en realidad tampoco me felicitó nunca. Si yo daba un gran
espectáculo, me decía que había sido un buen espectáculo. Y si
daba simplemente un buen espectáculo, no me decía nada.
Parecía, más que nada, que lo que quería era convertirnos en
un éxito comercial. Y en eso, era más que un experto.
Mi padre era un genio como nuestro manager, y mis hermanos y
yo debemos nuestro éxito profesional, en gran parte, al modo
enérgico en que nos presionó.
Me entrenó para ser un hombre del espectáculo, y bajo su
tutela yo no podía perder el paso.
Pero lo que yo quería realmente, era un papá. Quería un padre
que me demostrara amor. Y mi padre nunca hizo eso.
Nunca dijo te quiero, mirándome a los ojos, nunca jugó a nada
conmigo. Nunca me paseó montado en su espalda, nunca me lanzó
una almohada, o un globo con agua.
Pero recuerdo una vez cuando tenía cuatro años, había una
feria y me cargó para subirme a un poni.
Fue un gesto diminuto, probablemente algo que olvidó cinco
minutos después.
Pero por ese momento, le guardo un lugar especial en mi
corazón.
Porque así son los niños, los detalles significan mucho para
ellos, y para mí, ese momento significó todo.
Sólo lo viví esa vez, pero me hizo sentir muy bien, con
respecto a él y al mundo.
Pero ahora yo mismo soy padre, y un día estaba pensando en mis
propios hijos, Prince y Paris y lo que me gustaría que
pensaran de mí cuando crezcan.
Sin duda, me gustaría que recordaran cómo siempre quise
llevarlos conmigo a donde quiera que fuese, el cómo siempre
traté de ponerlos antes que todo.
Pero también hay retos en sus vidas. Porque mis hijos son
acosados por paparazzis, no siempre pueden ir conmigo al
parque o al cine.
¿Y qué tal que, cuando crezcan, guardan resentimiento contra
mí y el cómo mis decisiones impactaron sus vidas?
¿Por qué no tuvimos una niñez ordinaria como todos los otros
niños? Podrían preguntar.
Y en ese momento, rezo para que mis niños me concedan el
beneficio de la duda. Y en que se dirán a sí mismos: Nuestro
papi hizo lo mejor que pudo, dadas las difíciles
circunstancias que enfrentó.
Puede que no haya sido perfecto, pero fue un hombre decente y
afectuoso, que trató de darnos todo el amor del mundo.
Espero que siempre se concentraran en las cosas positivas, en
los sacrificios que gustosamente hice por ellos, y no
criticaran las cosas a las que tuvieron que renunciar, o los
errores que he cometido, y que ciertamente seguiré cometiendo
al criarlos.
Pues todos hemos sido los hijos de alguien, y sabemos que a
pesar de los mejores planes y esfuerzos, los errores se dan.
Eso es simplemente ser humano.
Y cuando pienso en esto, en cómo espero que mis hijos no me
juzguen fríamente, y que perdonen mis deficiencias, me veo
obligado a pensar en mi propio padre y a pesar de la negación
que sentía, me veo forzado a admitir que sí debe haberme
amado.
Sí me quiso, y yo lo sé. Había pequeños detalles que lo
demostraban.
Cuando era niño, me encantaban los dulces — a todos nos
gustaban. Mi comida favorita eran las donas glaseadas y mi
padre lo sabía.
Así que, de vez en cuando bajaba en la mañana y encontraba una
bolsa de donas glaseadas en la mesa de la cocina — sin
explicación, sin una nota — sólo las donas. Era como Santa
Claus.
A veces pensaba en desvelarme para verlo dejarlas ahí, pero
igual que con Santa Claus, no quería arruinar la magia por
miedo a que no lo hiciera de nuevo.
Mi padre tenía que dejarlas en secreto por la noche, para que
nadie lo sorprendiera con la guardia baja.
Le daba miedo la emoción humana, no la entendía ni sabía cómo
manejarla. Pero sí conocía las donas.
Y cuando abro las compuertas de mi memoria, otros recuerdos
regresan, recuerdos de otros gestos diminutos, que aunque
imperfectos, mostraban que él hizo lo que pudo.
Así que esta noche, en vez de concentrarme en lo que mi padre
no hizo, quiero concentrarme en las cosas que sí hizo y en sus
propios retos personales.
Quiero dejar de juzgarlo.
He comenzado a reflexionar acerca del hecho de que mi padre
creció en el Sur, en una familia muy pobre.
Alcanzó la mayoría de edad durante la depresión y su propio
padre, quien sufría para alimentar a sus hijos, le dio muy
poco afecto a su familia y los crió a él y a sus hermanos con
puño de hierro.
Quién podría imaginarse qué significa ser un hombre negro y
pobre creciendo en el Sur, su dignidad robada, despojado de
esperanza, luchando para convertirse en hombre en un mundo que
veía a mi padre como un subordinado.
Yo fui el primer artista negro que apareció en MTV y recuerdo
que incluso entonces fue todo un alboroto. ¡Y eso fue en los
80s!
Mi padre se mudó a Indiana y tuvo una familia grande,
trabajaba largas horas en acerías, oficio que destroza los
pulmones y envilece el espíritu, todo para sostener a su
familia.
¿Es de sorprenderse que le resultara difícil expresar sus
sentimientos?
¿Es un misterio el que haya endurecido su corazón; que haya
levantado las murallas emocionales?
Y más que nada, ¿es una incógnita el por qué presionó tanto a
sus hijos para que tuvieran éxito como artistas, para que
pudieran salvarse de una vida de pobreza y humillación como la
suya?
He comenzado a darme cuenta de que incluso la severidad de mi
padre era un tipo de amor, sin duda un amor imperfecto, pero
amor a fin de cuentas.
Me obligó a esforzarme porque me quería. Porque no quería que
nadie menospreciara a sus hijos.
Y ahora con el tiempo, siento una bendición en lugar de
amargura. La absolución ha reemplazado a la ira.
Y la reconciliación ha tomado el lugar de la venganza. Y mi
furia inicial ha dado pie al perdón.
Hace casi una década, fundé la Organización Heal The World
(Sanar al Mundo). El título fue algo que me nació de dentro.
Poco sabía yo, como Shmuley me hizo ver luego, que esas dos
palabras son la piedra angular de la profecía del Viejo
Testamento.
¿Realmente creo que podemos sanar este mundo, que está lleno
de guerras y genocidio, incluso hoy?
Y ¿realmente creo que podemos sanar a nuestros niños, los
mismos niños que entran a las escuelas con armas y odio y le
disparan a sus compañeros, como sucedió en Columbine?
¿O a niños capaces de golpear a un bebé inocente hasta la
muerte, como la trágica historia de Jamie Bulger?
Por supuesto que lo creo, o no estaría aquí esta noche.
Pero todo comienza con el perdón, porque para sanar al mundo,
primero debemos sanarnos a nosotros mismos.
Y para sanar a los niños, primero tenemos que sanar al niño
que llevamos dentro, todos y cada uno de nosotros.
Como adulto, y como padre, me doy cuenta de que no puedo ser
un ser humano completo, ni un padre capaz de dar amor
incondicional, hasta no lidiar con los fantasmas de mi propia
niñez.
Y eso es lo que nos pido que hagamos esta noche. Sigamos el
quinto de los Diez Mandamientos.
Honren a sus padres no juzgándolos. Concédanles el beneficio
de la duda.
Es por eso que quiero perdonar a mi padre y dejar de juzgarlo.
Quiero perdonar a mi padre porque quiero un padre, y éste es
el único que tengo.
Quiero quitarme el peso del pasado de mis hombros y quiero
tener la libertad de comenzar una nueva relación con mi padre,
por el resto de mi vida, sin los obstáculos de monstruos del
pasado.
En un mundo lleno de odio, aún debemos atrevernos a sembrar.
En un mundo lleno de ira, debemos atrevernos a consolar.
En un mundo lleno de desesperación, debemos atrevernos a
soñar. Y en un mundo lleno de desconfianza, debemos atrevernos
a creer.
A todos ustedes quienes esta noche se sienten defraudados por
sus padres, les pido que abandonen su decepción.
A todos ustedes quienes esta noche sienten que fueron
engañados por sus padres o madres, les pido que no se engañen
más a sí mismos.
Y a todos ustedes que desean alejar a sus padres, les pido que
en lugar de eso, les tiendan la mano.
Les estoy pidiendo, y me pido a mí mismo, que demos a nuestros
padres el regalo del amor incondicional, para que así ellos
también puedan aprender a amar, de nosotros, sus niños. Para
que el amor se restituya finalmente a un mundo desolado y
solo.
Shmuley me mencionó una vez una antigua profecía Bíblica que
dice que un nuevo mundo y una nueva era vendrán, cuando los
corazones de los padres sean restaurados a través los
corazones de sus hijos.
Amigos míos, nosotros somos ese mundo, nosotros somos esos
niños.
Mahatma Gandhi dijo: El débil nunca puede perdonar. Perdonar
es el atributo de los fuertes.
Esta noche, sean fuertes. Más que ser fuertes, alcancen el
mayor de los retos — restaurar ese convenio roto.
Todos debemos superar los efectos limitantes que nuestra niñez
pudiera haber tenido en nuestras vidas y en las palabras de
Jesse Jackson, perdónense unos a otros, redímanse unos a
otros, y sigan adelante.
Este llamado al perdón podrá no resultar en momentos Oprah en
todo el mundo, con miles de niños haciendo las paces con sus
padres, pero al menos será un comienzo, y el resultado es que
todos seremos mucho más felices.
Así que, damas y caballeros, concluyo mis comentarios esta
noche con fe, alegría y emoción.
De este día en adelante, que se escuche una nueva canción.
Que esa nueva canción sea el sonido de niños riendo.
Que esa nueva canción sea el sonido de niños jugando.
Que esa nueva canción sea el sonido de niños cantando.
Y que esa nueva canción sea el sonido de padres escuchando.
Juntos, vamos a crear una sinfonía de corazones,
maravillándose con el milagro de nuestros niños y gozando en
la belleza del amor.
Sanemos al mundo y acabemos con su dolor.
Y todos hagamos música hermosa, juntos.
Les quiero, y que Dios les bendiga."
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