El
karma de ser un auténtico Michael Jackson
Acusado y acosado, el
cantante pop cae al abismo y cimienta el mito bizarro de su persona.
El nombre ahora no
viene a cuento. Se lo han llevado los años como a tantas otras cosas. Entonces
el crío era un poco más que un alfeñique totalmente vestido de negro con un
sombrero en la cabeza apenas unos centímetros inclinado sobre una de sus cejas.
Era la versión en "chiquitolina" del más grande ídolo pop de todos
los tiempos (perdón fans de Madonna).
Fue a mediados de los
'90, cuando Michael Jackson estaba por presentarse en Buenos Aires y, mientras
esperaba su turno para subir al escenario, descansaba en la suite presidencial
de un hotel de la Recoleta. El chico andaba con sus padres. Aspiraba a llamar la
atención de la superestrella. Permaneció quién sabe cuántas horas entre un
McDonald's y la entrada del hotel aguardando una oportunidad que finalmente
consiguió. "Michael se fijó en mí y entonces me llamó", repetía
el chico una y otra vez a los periodistas que entrevistaban al elegido. Para
este pibe, Michael Jackson era Dios o más que Dios.
Como todo crío que
apenas cruza los 7 u 8 años era además una tabla rasa capaz de asimilar al
detalle los clichés y la estética de su ídolo. El chico constituía una
perfecta réplica del cantante. Una postal entre tierna y escalofriante. Según
supimos después, el mini-Michael subió al escenario para bailar con el artista
que alguna vez también fue un niño. Y un niño con problemas serios en el seno
de su hogar. Después lo invitó a Estados Unidos, a su paraíso terrenal donde
el ídolo aún mantiene a buen resguardo sus sueños más dulces. La historia
continúa, pero ya no sabemos cómo.
En su infancia Jackson
sirvió de herramienta a la industria, como Ricky Martin, como Luis Miguel.
Todos niños precoces que a costa de sus vidas terminaron haciendo lo que sus
padres les pedían o necesitaban.
De Jackson se dicen
muchas cosas y por estos días ninguna buena. Hubo un tiempo en que sus días
estuvieron colmados de alabanzas. Entonces se erigió sobre un trono tan vasto y
millonario que aun en su decadencia pos fin de milenio tiene aire para no
abandonar la carrera de los elegidos. Por supuesto, está a punto de caer.
Algunos mueren siendo jóvenes como James Dean y Jim Morrison, otros, como
Jackson, envejecen en el oprobio.
Justo en su momento de
mayor gloria comenzó a cambiar. Subió una y mil veces al escenario de los
Grammys para romper un récord de estatuillas en los '80. Entre el público
estaban sus amigos y colaboradores, gente seria, exitosa y de imagen respetable
como Quincy Jones y Lionel Richie. Pero Michael nunca se sintió conforme
consigo mismo. Pronto se echaron a correr los rumores. Las fotografías lo
revelaban cada vez más blanco. Su nariz fue perdiendo grosor. Su rostro se
volvió tenso y brillante.
Michael Jackson
inauguró el verdadero mito bizarro de su persona el día en que dio a conocer
que dormía en una cámara especial que le permitiría preservarse hasta los 150
años. Con ese argumento justificaron sus conocidos el "desteñimiento"
y con una obsesión por su hermana -La Toya- la rarísima operación nasal.
Durante un comercial
de Pepsi sufrió un accidente con unos fuegos artificiales y esto acabó por
gestar también el cambio de su cabellera y a profundizar su metamorfosis. Para
bien o para mal, Michael Jackson evolucionó como suelen hacer algunos monstruos
y superhéroes de los cómics. De perfil africano a caricatura de Disney. De
adulto joven a niño eterno. De superestrella excéntrica a pervertido. De
cantante vendedor a figura ausente de los charts para las nuevas generaciones.
De exótico a patético. De negro a blanco.
El último disco de
Jackson no vendió nada según los parámetros de la industria -una nada de dos
millones de CDs-. Y su imagen va hundiéndose en la medida en que la Justicia
norteamericana y los padres de chicos que tomaron contacto con él comienzan a
cercarlo.
Jackson recuerda a
otros tantos íconos de la cultura norteamericana que han comenzado a
desmoronarse. ¿Casualidad? ¿Cambio de valores de una sociedad hiperconsumista?
Jackson en su camino al ocaso ve cómo lo siguen de cerca la gratuidad de la música
en Internet, la imagen saludable y cool de la industria de cigarrillos, la
inocencia de los superatletas limpios de drogas y la conciencia social de las
estrellas de la música.
Ya una o dos veces
salió del paso con arreglos privados. Pero esta crisis viene anticipándose
hace mucho. Personas allegadas a Jackson aseguraron unos meses antes que no tenía
dinero y que subsistía a base de suculentos préstamos bancarios.
En respuesta a los
dedos que lo apuntan alegó discriminación, una campaña internacional que
coincide con sus nuevos trabajos discográficos. Independientemente de los
fundamentos, Jackson abonó en los últimos 25 años de su gloriosa existencia
el concepto de lo extraño. Hasta llegar a ser un perfecto freak.
Sus recientes
acusaciones contra Tommy Mottola, el ex rey de la Sony -"un ser demoníaco,
muy, muy demoníaco", según dijo en una conferencia de prensa
especialmente convocada para declarar esto-, la peligrosa presentación en
sociedad en Alemania de su último hijo que casi se le cae de un noveno piso, no
han hecho sino empeorar su débil imagen pública.
Hace unos días un
chiste radial decía que la policía norteamericana había encontrado sólo una
cosa rara en la propiedad de Michael Jackson... Michael Jackson.
Su rostro payasesco,
una careta ridículamente similar a la de "El Guasón", sus acciones
de hombre psíquicamente enfermo, sus obsesiones de artista "quemado",
están borrando a medias una carrera artística increíble.
Jackson es un
coleccionista de éxitos pop como ningún otro. Tiene la autoría de uno de los
discos más vendidos de todos los tiempos y ha sido capaz, aun en los difíciles
'90 ya dominados por el rap y el pop adolescente y galácticamente producido, de
seguir construyendo estructuras rítmicas y melodías interesantes.
Jackson es uno de los
últimos dioses del pop que habían llegado a la cúspide sobre todo por sus
enormes cualidades naturales antes que por los aparatos de marketing que hoy
hacen, construyen y elaboran hasta las últimas consecuencias a un ser
denominado estrella.
A través de su vida y
de su carrera Michael Jackson nunca dejó de ser un genuino Michael Jackson. Y
ésa ha sido su gloria y su perdición.
Claudio Andrade
23 de noviembre de
2003.
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