HABLARÉ DE MÚSICA
Confío en que mis
compañeros columnistas le den, como se merece, al señor Jackson - el
humano, aunque le pese, personaje-, destilen su más preciado veneno y enmarquen
a nuestro Copito de nieve musical
en el marco que le corresponde.
Nobleza obliga y las directrices
del Consejo de Redacción no me han dejado otra salida: debo hablar de música.
Me ceñiré al contrato establecido, ¡lástima! Toca hablar del King of the Pop
(así rezaba el cartel en el Madison Square Garden en su última
presentación con sus hermanos)
Y es que algo debe tener este
cantante de color (estúpido eufemismo) para que se genere tanta expectación
por todo lo que le rodea. ¡Joder! (discúlpenme) me apena una barbaridad no
poder ya discernir, separar, el mito del artista. No me concentro en su música,
me cuesta asimilar sus nuevas propuestas. Hoy, sin ir más lejos, en la radio se
celebraba la imposibilidad de que nunca ya sería posible repetirse el dueto Ebony
and Ivory (ébano y marfil), canto de unión que provocaría peleas
en el desempeño de roles.
Sujeto objeto de mofa...
merecida. Me iré al pasado. ¿Qué queda de aquel negrito (los graciosillos
pueden entonar: ... del África tropical) que cantaba como los ángeles (los
mismos pueden continuar con el tema de Machín)? Era el
menor (al menos cuando nació fue
el menor -gracias, Luthiers-) de los hermanos (la
pequeñita Janet intenta destronarle sin desfallecer pero no deja de
ser una burda copia paralela)
Pues decíamos que era una
auténtica delicia oírle cantar (el Joselito de América) y bailar. Además
potenció esa mezcla de sonidos negros: motown, rithm&blues, funky, soul,
rock, pop,... Se adentró en la adolescencia y no perdió comba (pena de
Joselito) Cada vez eran más evidentes sus destellos y su capacidad de eclipsar
al resto de Jacksons Five (o sea a 4). Brilló tanto, tanto, que sin abandonar
de manera definitiva a la familia, que no tardó en comenzar una imparable
carrera en solitario hasta la actualidad (por cierto, aunque no lo he citado,
por si quieren ubicarse, aún era negro).
Pasamos de la estrella a la
megaestrella (quizá para él -merecidamente se
acuñó el término) Un anuncio: es el artista que más ha vendido en todos los
tiempos. Sobran las palabras. Ya que hablamos de premios os citaré unos
cuantos: Grammy en el 71 por ABC (mejor canción pop) y la lista de Grammys
crece hasta la actualidad (ahora que lo pienso, igual quiso diferenciarse de su
grupo racial al ver que sus semejantes Milly Vanilly conseguían igualmente uno
de estos premios). Sigamos, tiene en sus estanterías (porque evidentemente no
le caben todos los premios en una) Globos de Oro, premios Billboard, MTV;
RollingStone, de los American Music, el Guinness como mayor superventas, un
estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood, un reconocimiento de la Casa
Blanca... ¡Bastaaa.
Resumiendo: lo tiene todo, de todos
los tipos, de todos los países. Más discos de oro, platino y diamante que los
que venden en vinilo algunos artistas. Y punto.
Vayamos a las canciones: Blame
it on the booguie o Can you feel it, excelente momento con
los Jacksons. Billie Jean o Beat it, la razón por la que
Thriller es lo que es. Remember the time o
Bad, la lógica continuación. The girl is mine o Ebony
and Ivory, la razón de un dueto. They don’t care
about us o Stranger in Moscow, demostración de lo que es
un doble tiempo. Thriller o Black or white, o a ver quien
supera esos videos. Invincible? Pues sí, no hay quien dé
más.
Musicalmente está a otro nivel,
no hay escala comparativa. Slash, Diana Ross, Sir Paul McCartney, Whitney
Houston, Destiny’s Child, Babyface, Stevie Wonder,... etcetera, etcétera, han
colaborado, cantado, hecho cosas con él. No le falta nada, si acaso el
cacareado dueto con Prince y poco más. Si lo deseara podría cantar con el
mismísimo Papa, con los Indios Tabajaras, con los 3000 Tenores o, como Fraga,
con 10.000 gaiteiros, incluso con todos ellos a la vez, actuar en Wembley y
llenarlo diez veces seguidas. El mundo de la música le rinde pleitesía y el de
los mortales... ¿qué le va a hacer? Compone, interpreta
y baila como pocos y "manque"
nos pese: es único.
Por Fernando Lorenzo
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