A pesar de parecer un artista
enterrado en vida, es innegable que Michael Jackson fue y seguirá siendo aún
por un buen tiempo el Rey del Pop. Casi todos los cantantes del pop moderno, sea
en inglés o cualquier otro idioma, le rinden un homenaje personal con sus
respectivas propuestas, empezando quizá por figuras de la talla de su hermana
Janet Jackson, Paula Abdul o la mismísima Madonna, hasta los muy recientes Britney Spears, Christina Aguilera o ‘NSync.
Bien sea por sus revolucionarias
producciones en los años 80, bien por su esquiva y misteriosa personalidad -muy
aparte de los viejos problemas de pedofilia y su deteriorada imagen, que es
objeto de burlas a diario-, pero sobre todo por su inigualable estilo para
bailar y armonizar su elástico cuerpo con el frenético ritmo que impone,
Jackson nunca dejó de ser una referencia musical para las hoy cotizadas
estrellas del pop.
Y no menos evidente resulta
reconocer que las carreras de Elvis Presley, el Rey del Rock, y de Jackson, el
Rey del Pop –un título autoimpuesto, pero que no le resta mérito-, convergen
en cierto punto, por haber roto ambos los esquemas de la música tanto con una
interpretación genuina como con unas sacudidas de brazos, pelvis, pies, cabeza
o lo que sea de las que hacen época. El primero, a mediados de los 50, y el
segundo, tres décadas más tarde.
EL IMPARABLE ÉXITO DE ‘THRILLER’
Hace 20 años, en 1983, y cuando no
todos los músicos se decidían aún por filmar un video que acompañase su
sencillo en promoción, llega a las pantallas de todo el mundo, con una
impresionante campaña de promoción, un videoclip titulado “Thriller”, con
una duración extraordinaria, basado en una breve historia de terror y
protagonizado por un joven de color, no demasiado conocido entonces. A final de
cuentas, la canción, el argumento del cortometraje y la extraordinaria
coreografía asombrarían a propios y extraños como nunca se había visto.
“Thriller” terminó siendo un
parteaguas definitivo en la historia del pop. A raíz de su aparición en las
pantallas, miles de niños y jóvenes en todo el mundo tratarían de imitar los
pasos de Jackson, y muchos artistas verían un horizonte lleno de posibilidades
para explorar numerosas vías de ritmo, sonido y puesta en escena para el pop,
basado principalmente en inacabables coreografías de toda clase –con las
cuales varios exponentes juveniles han tratado de disfrazar sus carencias
musicales-.
Paradójicamente, este punto
culminante de Jackson podría haber sido también el principio de su fin. A sus
24 años de edad, desligado prácticamente del grupo creado con sus hermanos
(The Jackson 5), y refugiado en la sabia conducción artística de Quincy Jones
-productor de los recomendables Off The Wall (1979), Thriller (1982) y
Bad
(1987)-, el nuevo genio del pop ascendió a la fama de golpe y se
volvió envidiablemente rico de la noche a la mañana. No faltaba nada para
someterse a innecesarias operaciones quirúrgicas y esconder su vida privada
como en una caja fuerte.
El disco Thriller sería uno de los
10 más vendidos en todo el mundo hasta la fecha. La RIAA (Asociación
Estadounidense de Grabaciones) aún lo mantiene como el segundo más adquirido
en Estados Unidos, con 26 millones de copias, sólo detrás de los éxitos del
extinto grupo Eagles. Temas como “Beat It”, “Billie Jean” o “Wanna Be
Startin' Somethin'” enriquecían un contenido musical dramáticamente intenso,
que no tenía una conexión inmediata con el sonido Motown en que creció
Jackson.
SU INSTANTÁNEO REFLEJO EN EL POP
MODERNO
Cinco años tardó Jackson en
reaparecer con un disco en solitario, luego de lanzar uno como despedida de los
Jackson 5 y también de contribuir con Lionel Richie al himno benéfico “We
Are The World” (1985), el cual fue cantado por más de 40 destacados artistas
y cuyas regalías se destinarían a paliar el hambre en África.
Bad
que retrasado unos meses para quedar a la
entera satisfacción del ya célebre Rey del Pop. Y cuando sencillos como el
homónimo “Bad”, “Man In The Mirror”, “Smooth Criminal”, “The Way
You Make Me Feel”, “I Just Can't Stop Loving You” o “Leave Me Alone”
fueron rotándose por las estaciones de radio –entre ellos hubo cinco números
uno-, la magia de Jackson alcanzó una dimensión asombrosa al tiempo que su
piel se decoloraba para perder su origen afroamericano y confundir su identidad.
La película Moonwalker y la
autobiografía Moonwalk saldrían de inmediato casi al mismo tiempo,
aunque no harían demasiado ruido. Lo que sí lo hizo fue el trepidante video de
“Smooth Criminal” (1988), con una nueva y espectacular coreografía de
Jackson que sería el momento culminante de su gira mundial. Y aunque sólo tres
años después tocaría el turno al último gran disco del cantante,
Dangerous
(1991), con el tema de la ambigüedad racial “Black Or White”, a
estas alturas la nueva generación abrazaba ya los encantos del grunge
gracias a grupos como Pearl Jam, Nirvana, Stone Temple Pilots o Soundgarden, o
se dejaba endulzar los oídos con voces como las de Paula Abdul, Whitney
Houston, Mariah Carey o hasta George Michael.
En los años 90 se consumó la
muerte en vida de un Jackson destrozado por las múltiples cirugías y azotado
por las denuncias de pederastia que le fueron levantadas tras un millonario
acuerdo con sus víctimas. Sus esporádicas presencias en el estudio de
grabación no igualarían los grandes éxitos comerciales de antaño, y su
débil personalidad no sería capaz de contrarrestar las avasalladoras críticas
disparadas desde todos los frentes: musical, personal, moral o social.
A 20 años de su éxito, Jackson
deja tras de sí una herencia vasta y también millonaria, que más o menos
mantiene entre sus primeros destinatarios a las mencionadas Madonna, Janet y La
Toya Jackson, Paula Abdul, a los New Kids On The Block, Backstreet Boys –cuya
influencia más cercana vendría de los Boyz II Men-, Britney Spears, Christina
Aguilera, ‘Nsync –surgidos a partir de los BSB- o Jennifer López, entre los
más conocidos.
por: Miguel Andrés González
Fuente: EsMas.com