LA ANÉCDOTA DEL CINTURÓN
Una tarde, hacia el final de la etapa europea
del Bad Tour, Michael me llamó a mi hotel - comenta el modisto y encargado
del vestuario Michael Bush- y me dijo que tenía que conseguir poner a Dennis
al teléfono enseguida. “Son las dos de la mañana en California”, protesté.
Pero Michael no tenía un concepto del tiempo. En parte porque no tenía horas
normales de trabajo, a menudo grababa hasta el amanecer si era necesario. Y
cuando no estaba grabando, dormir no era su fuerte. Era más fácil para mí
llamar a Dennis y despertarle que convencer a Michael de que esperara al
menos hasta que amaneciera en L.A. Pero lo intenté de todos modos, a lo que
Michael me respondió: “El tiempo no es nuestro amigo, Dennis tiene que saber
lo que necesito de él ahora”.
Mis instrucciones para Dennis fueron claras:
Tenía que despertarle y entregarle el mensaje de Michael: Crear un cinturón
en el que apareciera representada su vida y tenerlo listo en el rancho
cuando él regresara de Japón. Ah, y debía parecer como si hubiera sido
sacado de unas ruinas romanas de hace mil años.
Michael había explicado que el cinturón era un
regalo para sí mismo, para celebrar el éxito de su primera gira en
solitario.
Así que mientras Michael terminaba su gira
europea, Dennis tuvo que trabajar dibujando un cinturón con historia, que
ilustraría y capturaría a la gente y los hechos más significativos de la
vida de Michael. Aprender a esculpir moldes de cera, que después serían
fundidos en plata de ley, no era lo que ponía a Dennis nervioso. Dennis
podía aprender cualquier cosa, pero montar la vida de Michael era una
proposición intimidante. Así que el plan para empezar con buen pie fue
enviar faxes con bocetos a Michael donde quiera que estuviera en la gira.
Con la fecha límite fijada, Dennis enviaba faxes a todas horas de la noche ,
dibujaba y volvía a dibujar y de nuevo dibujaba hasta que finalizó siete
placas que formarían el cinturón.
Michael adoraba los querubines a causa de su
interés por los artistas del Renacimiento, en particular Miguel Ángel.
Pensaba que el fresco de El Juicio Final, en la cúpula de la Capilla Sixtina,
era la obra de arte más notable jamás creada. Así que Dennis diseñó el
cinturón incluyendo un querubín que representaba a Michael en cada placa,
actuando en escenas de su vida.
En la primera placa, cinco pequeños angelitos
rondan alrededor del número romano V, con el ángel Michael un poco mayor en
el centro, representando su lanzamiento en el mundo del espectáculo como el
líder de los Jackson 5. El siguiente es un querubín volando sobre una
estrella fugaz, ilustrando su carrera en solitario.
El amor por Disneyland y su preciada amistad
con Elizabeth Taylor, están representados en la tercera placa con un ángel
jugando con Pinocho frente al castillo de Cenicienta. Pinocho era el
personaje favorito de Elizabeth Taylor, Peter Pan el de Michael. Como
yuxtaposición al lado caprichoso de Michael, la cuarta placa captura el
espíritu humanitario de Michael y su participación en “Heal the World” con
un ángel portando tallos de trigo frente a un águila americana. La quinta
escena es un ángel haciendo el moonwalk llevando un guante de lentejuelas.
Celebrando el significado del Bad Tour, en la sexta placa, un ángel arroja
un sombrero Billie Jean al aire, llevando una réplica exacta del cinturón
que Michael llevó en la gira. Bubbles, que le acompañaba, está a su lado. La
séptima y última placa representa a Neverland. El logo del rancho es un niño
acunado por la luna creciente y, para la placa, Dennis reemplazó al niño por
un ángel.
Esos eran los momentos más apreciados por
Michael en 1988, sujetados por una hebilla de plata en el centro y mostrando
dos ángeles colocando una corona sobre las iniciales MJ. Dennis trabajó día
y noche consultado joyeros y aprendiendo a esculpir a la cera perdida, un
vieja técnica usada en joyería y escultura, en un esfuerzo por homenajear la
vida de Michael.
Aunque Michael eligió las siete escenas de
entre docenas de dibujos propuestos por Dennis, no quiso aportar más al
cinturón. Michael estaba interesado en la interpretación de un artista de la
gente, los lugares, eventos y cosas, de modo que dejó a Dennis hacer su
trabajo. Cuando lo terminó, unos días antes de que Michael volviera a casa,
lo colocó en dos almohadones gigantes de terciopelo en la biblioteca de
Neverland.
Michael se quedó pasmado cuando lo vio. Estaba
aturdido y su voz se quebró al teléfono mientras luchaba por encontrar las
palabras precisas para expresar su gratitud y admiración por el talento de
Dennis. Pero cuando las encontró, habló suave y deliberadamente, enfatizando
cada cumplido y palabra amable.
“Pensé que ibas a aburrirte con este proyecto y
a perder interés”, le dijo a Dennis, “pero cada detalle es la prueba de lo
mucho que te ha importado desde el principio hasta el fin”. Ese era uno de
los miedos permanentes de Michael: que la gente que trabajaba con él se
desconcentrara en algún momento del proceso creativo. Incluso más aún, la
falta de pasión y cuidado que quedarían patentes en el producto final.


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